Psicología médica

Para nuestro equipo de trabajo el cuidado emocional es tan importante como el cuidado físico. Nuestra meta es asistir a la persona que padece la enfermedad y a quienes le rodean y le proporcionan de uno u otro modo compañía, ayuda, cuidado y protección.

Es así que la familia y los cuidadores pasan a formar parte activa del equipo de trabajo en el control permanente del enfermo y en el cuidado. Son ellos quienes permiten que el proceso del tratamiento se afiance en la vida cotidiana en pro de alcanzar mejores logros.

Para poder cumplir con este objetivo, familiares y cuidadores son capacitados en el manejo práctico de los aspectos físicos del enfermo. Es por esta razón que se convierten en un pilar clave de la rehabilitación.

Este cuidado se potencia estando atentos tanto al estado emocional del paciente como de sus cuidadores.

Cuando una enfermedad se instala en un integrante de la familia todos sus miembros se ven afectados de un modo diferente y cada quien, responde a la situación crítica con estilo propio.

Es así que comienza a desarrollarse un proceso de adaptación a esta nueva situación que pasa por diferentes etapas: desde la etapa en que no pueden creer lo que ha pasado, la etapa en que existe una intensa irritabilidad con una fuerte adjudicación de culpas, hasta que, una vez transitado el doloroso camino de la tristeza, tanto el enfermo como la familia logran negociar con la realidad y llegan a la aceptación de la nueva condición de salud. En esta última etapa es posible encontrar un nuevo equilibrio.

Está demostrado que en etapas precoces todo se enfoca hacia los aspectos físicos, pero, con el correr del tiempo cuando todo se va volviendo cotidiano, surge la importancia de la afectación emocional.

El paciente puede presentar síntomas depresivos, ansiedad, trastornos del sueño, miedos, enojo, culpa, autoestima baja, tristeza por lo perdido o por haber vivido situaciones cercanas a la muerte que no logra entender y que fueron consecuencias de alteraciones orgánicas transitorias.

Por otro lado, las vivencias durante la hospitalización o del evento traumático, pueden seguir presentes (“flashbacks”) y constituirse en trastornos afectivos permanentes, afectar la calidad de vida y ser una barrera para la rehabilitación.

Para solucionar estas dificultades es muy importante fijarse metas día a día, este punto es fundamental para alcanzar los objetivos a mediano y a largo plazo.

La clave para lograr un cuidado óptimo está en el constante monitoreo del estado afectivo de los cuidadores al mismo nivel que la medición de los resultados del cuidado.  Todo radica en encontrar un equilibrio porque dar cuidados excesivos puede ser tan perjudicial como no darlos.

El trabajo en conjunto es nuestra propuesta: el paciente, la familia y nuestro equipo de trabajo todos colaborando de manera conjunta y coordinada apuntando hacia los mismos objetivos, uniendo esfuerzos en la misma dirección.

Cuando una enfermedad se instala en determinado momento y bajo ciertas circunstancias, puede hacer de éste un período de caos y desorganización o, en cambio, puede volverse un período de balance, unión y crecimiento de la familia. Todo ello siempre y cuando la familia logre sentirse segura agotando todos los recursos existentes para lograr el fin establecido.

La mejor forma de alcanzarlo es mediante un abordaje interdisciplinario y multifacético que plantee un plan de tratamiento holístico o integral y práctico que permita contar con la “mejor medicina”,  que se da en el equilibrio entre los avances tecnológicos y el encuentro humano, buscando maximizar capacidades y minimizar déficits.

 
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